lunes, 2 de septiembre de 2013

Queridas, adorables criaturas, las vacaciones se han terminado y ya estoy a mi ordenador soldado (confio hayais valorado la bella rima).

En realidad en esta primera entrega de este loco blog despues de vacaciones debería aparecer el segundo capitulo de las Aventuras del amante conceptual de Camenron Diaz, sin embargo no puedo resistirme a la tentación de contaros mis desventuras en el viaje de ida a las islas Açores.

Desventuras que empiezan con la siguiente premisa: "El aeropuerto de Barajas no solo es un aeropuerto grande, es un aeropueto desparramao".

Sentada la premisa, vayamos al relato: decidí con acierto ir a vacacionar a las mencionadas islas, lugar apetecible, buen precio y una ligera molestia: el vuelo salía desde Madrid, lo cual no me parece ni bien ni mal si no todo lo contrario.

Tomo un vuelo de la compañía Vueling y me desplazo a Madrid. Me sientan en el último asiento lo cual no es grave, a alguien le tenía que tocar y un servidor era quien presentaba un aspecto más desvalido.

Termina el vuelo en Barajas sin mayores problemas y le pregunto a un par de amabilísimas azafatas que debo hacer para el enlace con el avión de la compañía Sata Internacional que me llevara a mi destino si no sucede un desatino (otra bella rima y ya van dos). Mis adorables azafatas me dan las siguientes instrucciones: Salga y siga los indicadores de las puertas RSU y llegará a un tren, tómelo y llegara a la extensión de la Terminal Cuatro, allí podra cambiar a la compañía Sata. Y remachan: es muy sencillo, no tiene perdida.

Me despido enfermo de gratitud hacia mis amables azafatas.

Ando por interminables pasillos hasta llegar al tren que ha de llevarme a mi destino,

Doce minutos de tren a toda hostia hasta llegar a la extensión de la Terminal Cuatro "T4 satélite" (T4S, en el plano)

Una vez allí me encuentro con una salida a la calle y un control de pasaportes, imagino que otra salida a la calle, aunque también podría ser a la comisaría más próxima.

Me mosqueo.

Pregunto a una simpatiquísima policia nacional ¿qué pasa, nen?.

Respuesta: Las azafatas siempre hacen lo mismo, nos envían aqui a los pasajeros, así no tienen que decirles que no tienen idea de lo que deben hacer para el enlace y se los sacan de encima.

Y yo que les había cogido cariño a las muy putas.

Sigue la simpatica policia nacional: Coja de nuevo el tren, regrese a la Terminal Cuatro y pregunte allí.

Lo hago, que remedio.

Pregunto a diversos empleados que me hacen discurrir por algún que otro vericueto de ascensores y escaleras mecanicas hasta que finalmente llego a un punto de información, donde un señor negro (no sé si por cuestión racial o harto de que gente con cara de pena como yo le toque las narices) despues de una larga consulta con una pantalla de ordenador afirma que debo sali a la calle y tomar un autobus de color verde o azul que me llevará a la Terminal Dos donde está la compañía Sata Internacional.

Tiemblo.

Doce minutos de viaje en autobus de color verde hasta la Terminal Dos.

Nervioso confundo ascensores con valles floridos y lirios con caimanes.

Finalmente encuentro la cola del mostrador de Sata. Como he llegado el último la cola llega a Vallecas. En fin.

Consigo mi tarjeta de embarque.

Mientras tomo un agua comodamente sentado me da por mirar mi tarjeta de embarque: Está a nombre de un señor que no conozco.

Me embargan sentimientos homicidas.

Mi corazón es una orgía de peligros de infarto (adorable imagen poética que deseo valoren en lo que vale).

Respiro hondo.

Como ya había pasado el control de equipajes, le pido permiso a un comprensivo Policia Nacional para salir y arreglar el desatino a que me ha conducido mi Destino (van tres rimas, hoy estoy que me salgo).

Corro hacia el mostrador de Sata arrastrando mi equipaje que traquetea por el bien cuidado suelo de la Terminal Dos.

El mostrador de Sata está cerrado y muestra una ausencia de personal que reluce y ciega mis fatigadas neuronas (otra imagen poética, ya digo que hoy estoy que me salgo).

Corro de nuevo, equipaje en mano hasta el control de equipajes y los amables policias nacionales comprenden mi desgracia y paso sin dificultad.

El mostrador de embarque de mi vuelo ya tiene presencia y amenazo liarla.

Me aseguran que no es necesario y me arreglan la tarjeta de embarque.

Resumen: Gracias Policia Nacional, fueron ustedes muy amables en todo momento. Y no es coña.

Señoritas azafatas de Vueling ya las he insultado antes. Con una vez es suficiente.

Señores que diseñaron el aeropuerto de Barajas, ¡que cojones, tíos!. Entre el fial del tren de marras y la Terminal Uno, allí donde el aeropuerto fenece, si lo miras desde el contro de equipajes ya mencionado, deben haber tantos kilometros como desde mi pueblo a Santurce. Entre un punto y otro, terrenos del aeropuerto y otros que me temo no lo son y donde se extienden parques donde los hijos de los funcionarios pueden jugar al corre que te pillo, fabricas de piensos y selvas virgenes, hangares donde se esconden aceleradores de particulas y plantaciones de maiz transgenico, supermercados y puestos de venta ambulante de bisuteria fina, autopistas y lagos artificiales. Y que se yo cuantas cosas más.

En fin, en las Açores fantástico.  


Adelanto de programación: las ya mencionadas aventuras de Amante Conceptual y la publicación por capitulos de un libro de cuentos negros.

See you later aligator.